miércoles, 22 de septiembre de 2010

Jorge Luis Borges

FRENTE AL ESPEJO

Caracas,1982

Emil Cioran,

FRENTE AL ESPEJO

Paris,1982




Vasco, gracias por las fotos.

El diablo se reconoce en la locura
triunfal de vuestros ojos,mientras
que en los mios,apagados y
petrificados,vuelve a hallar el
hocico de un asesino cansado de
todo,incluso del Mal.

¡Abajo el espejo! Al no tener fondo
ni limites,éste nos revela lo que de
más íntimo y lejano hay en
nosotros:nuestros temibles secretos,
nuestras ocultas demencias.

Cioran
Paris,5 de Octubre de 1983

Gabriel García Márquez

FRENTE AL ESPEJO

Cartagena,Colombia,2010

Gabriel García Márquez

FRENTE AL ESPEJO

Caracas,1982

sábado, 11 de septiembre de 2010

Gilles Lipovetski

FRENTE AL ESPEJO

Bogota,Colombia,2010

Beatriz González

FRENTE AL ESPEJO

Bogota,Colombia,2010

viernes, 10 de septiembre de 2010

Salman Rushdie

FRENTE AL ESPEJO


Cartagena,Colombia.2009

domingo, 15 de agosto de 2010

Joseph Kosuth

FRENTE AL ESPEJO



Caracas.Venezuela

miércoles, 4 de agosto de 2010

Héctor Abad Faciolince

FRENTE AL ESPEJO



Barquisimeto,Venezuela,2009




Caracas.Venezuela


Supongo que ese tipo imberbe y sin canas soy yo, o al menos alguien que se llamaba con mi mismo nombre. Si me miro hoy al espejo soy otro. También el fotógrafo ha cambiado, pero menos. ¿Qué es un retrato sino un espejo con memoria? Supongo que Vasco se pone y nos pone siempre frente al espejo para que recordemos eso, la fugacidad de la imagen en el espejo y la permanencia de la foto, que fija un instante. Yo no recuerdo cuándo y dónde pudo ocurrir el disparo de esta cámara que está captada en el mismo instante en que cumple con su cometido. Por indicios pienso en lo siguiente: como no tengo la papada de ahora, debió de ser la vez que subí hasta la cima del Ávila caminando y eso ocurrió hace más de diez años, en mi primer viaje a Caracas. Tenía yo entonces un único amigo en Venezuela, que se llamaba y se llama Antonio López Ortega. Tuvo que haber sido, entonces, en el baño de su casa. Creo que fue allí. El pasado se desmorona, es una serie de olvidos que se superponen a fragmentos cada vez más frágiles de memoria. Quedan las fotos. Creo que ni una célula de ese tipo es mi cuerpo ahora, pero uno tiene la ilusión de que es la misma persona, por los rastros de recuerdos de lo que fuimos. Tal vez por eso las fotos viejas nos fascinan y nos aterran.

Héctor Abad Faciolince

domingo, 1 de agosto de 2010

Juan Villoro

FRENTE AL ESPEJO



Caracas.Venezuela.1993




Guadalajara,Mexico.2008


Vasco Szinetar se ha impuesto la solidaria tarea de envejecer con sus amigos. Nos encontramos por primera vez en 1993, cuando yo era una persona seria, cargada de preocupaciones e inseguridades. Su imagen y el espejo no mienten. ¡Cuánto cavilaba en esos días! 15 años después todo ha cambiado: menos pelo, menos salud, menos angustias. Entre las dos imágenes hay un hecho decisivo. Una mañana subí al coche del fotógrafo en los Andes venezolanos. Vasco tomó una carretera sinuosa; condujo con desparpajo, haciendo bromas y gesticulando como en sus mejores fotos. En ningún momento se le ocurrió ver el camino. Su humor mejoraba en cada curva. Estuvimos a punto de morir de risa en un abismo. Para librarme del vértigo, desvié la vista al suelo del auto y detecté a un curioso pasajero. Era un insecto, y no estaba solo. Entonces Vasco habló de sus bichos con desenfrenada felicidad. Siguió adelante, sin ver el horizonte, revelando que los grandes fotógrafos tienen ojos en las manos. No es casual que la segunda foto, tomada en 2008, irradie felicidad. Cada vez que veo al imprescindible Vasco Szinetar recuerdo el milagro de estar vivo.

Juan Villoro

Jon Lee Anderson

FRENTE AL ESPEJO


Cartagena de Indias.Colombia


Este retrato es como ningún otro mío. Me obliga a mirarme a la propia cara reflejada, y lo que veo ahora no esperaba verlo, porque luzco inusualmente triste. Quizá porque entendí en ese instante que lo que Vasco Szinetar buscaba era inmortalizarme, junto a él, y eso me hizo recordar que un día iba a morir.

Jon Lee Anderson

Fernando Arrabal

FRENTE AL ESPEJO

Caracas.Venezuela

Gunter Wallraff

RE-TRATADOS

Guadalajara,Mexico,2008

Sergio Pitol

RE-TRATADOS

Guadalajara,Mexico,2008

Alex Ross

RE-TRATADOS

Bogota,2009

Gustavo Dudamel

FRENTE AL ESPEJO

Merida.Venezuela

viernes, 25 de junio de 2010

Leila Guerriero

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela


Era 2006, era un hotel y era Caracas. Hacía calor, pero él usaba una camisa de franela gruesa, zapatones. Tenía una simpatía de pocas palabras, una forma de estar como si no estuviera. No recuerdo el tono de su voz, y es raro: yo recuerdo cosas como ésa. Enseguida entramos al baño. Entornó la puerta, se puso a mi lado y me pidió que no mirara: que no lo mirara. Entendí esto: entendí que para mirar estaba él. Después, me hizo algunas tomas en el cuarto: en un sillón, en el borde de la cama. Me hablaba, pero no puedo recordar qué me decía. Cuando se iba le pregunté –al que había fotografiado a Allen Ginsberg, Bryce Echenique, Arthur Miller, Roa Bastos– por qué quería fotos mías. Fue amable: quiero decir que me mintió. Me dijo «Tengo que pensar en mi futuro». Yo le dije (o pensé): «Ya no se consiguen elogios como esos».
Le escribí meses más tarde. Como debe ser, no me contestó.

Leila Guerriero

Enrique Vila- Mata

FRENTE AL ESPEJO



Caracas.Venezuela.2001


Como tantas de sus fotografías, ésta de Vasco Szinetar muestra un rostro, un espejo, un acontecimiento cualquiera. El rostro lo pongo yo (joven todavía en 2001), el espejo es de un hotel de Caracas y Paula de Parma está en la habitación de al lado, el acontecimiento está en ese lavabo pero también está por venir: por la tarde me otorgan el Rómulo Gallegos. El sujeto capturado en la foto exige –como en todas las fotos– algo de nosotros. No pide que le miremos, pues ya tiene suficiente con él mismo para hacerlo, no pide ser olvidado (pues considera que aún no ha llegado la hora de tal fatalidad), pide tan sólo que reflexionemos sobre la copia y la realidad y que busquemos la realidad en otro espejo.

Enrique Vila-Matas

jueves, 24 de junio de 2010

Fernando Savater

FRENTE AL ESPEJO



Guadalajara.Mexico.2008



Caracas.Venezuela.1999




Caracas.Venezuela.1981


El espejo de Vasco Szinetar

En lo más profundo de la caverna donde están encadenados por grilletes de rutina y
ofuscamiento, los tristes seres de la parábola que nos cuenta Platón en su “República” se
entretienen viendo pasar sombras temblorosas, deformadas, engañosas. Son imágenes de
imágenes, los espejismos de un espejismo. No sólo no revelan la idea imperecedera de cada
cosa sino que fingen una réplica azorada, falsamente intencional, de la menesterosa y
transitoria arcilla que imita a la idea.
Al menos la arcilla carnal no engaña del todo: la vemos desmoronarse. El tiempo que es su
secreto inexorable se descubre a cada paso, incesante, como una torpe réplica de la
inalcanzable eternidad. Se acumulan los adjetivos negativos porque en este perdedero que
llamamos “realidad” todo es perdición, privación. Aún peor es la sombra que en el fondo de
la cueva finge conservar lo momentáneo, lo que pasa sin tregua, lo que nos pasa y traspasa.
La réplica de la réplica que somos miente al desmentirnos, porque nos sobrevive. Por eso,
entre otros agravios, Platón expulsó a los artistas de su ciudad ideal. ¡Imagínense si hubiera
conocido a los fotógrafos!
El caso de Vasco Szinetar es el más grave de todos o al menos lo hubiera sido desde el
punto de vista de Platón. Sus fotografías no sólo cristalizan la sombra de nuestra sombra,
sino que además prefieren obtenerla del espejo, que ya en sí mismo no manifiesta sino la
fugacidad inestable de un reflejo. Se multiplica vertiginosamente el espejismo pero el
suyo es un espejismo conservado. La imagen reflejada en el espejo es y no es, nosotros
mismos –los por un momento aparecidos ante el azogue– somos mientras constantemente
estamos dejando de ser, pero la fotografía que capta tanta transitoriedad nos aprisiona en un
instante ideal más resistente que los demás, por tanto más mentiroso.
Y por eso mismo nos fascina tanto. Y nos hace concebir una desaforada esperanza o quizá
una alarma desaforada: ¿Habrá algún otro lugar, algún otro objetivo gigante y misterioso,
que detenga para siempre nuestra huida, que se niegue a nuestra total perdición? Un retrato
en el que sólo lo fugitivo permanezca y dure, como apuntó Quevedo, una sombra que
rehúse constatar que ya hemos muerto…
Será o no será. Nada sabemos, poco intuimos, demasiado esperamos. Lo único a nuestro
alcance es admitir la derrota pero también negarle a Platón su victoria inhumana ornada con
el estandarte de las ideas inmutables. Y podemos repetir los tercetos de aquel memorable soneto de Octavio Paz:


El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.


Fernando Savater

Allen Ginsberg,1987

FRENTE AL ESPEJO


N.Y.USA.

"

Tenue hilo conductor, Borges y Cioran aparecen también entre los trofeos que otro fenómeno de la cámara, el venezolano Vasco Szinetar, se complacía en nombrar ante los periodistas que lo entrevistaron en ocasión de una exposición de autorretratos, inaugurada con el patrocinio de la revista El Malpensante, el mes de junio, en Bogotá. El uso confeso del recurso de la carnada a la hora de atrapar ante el espejo el ejemplar codiciado, sobre todo escritores de prestigio, y en postura de entrometido digna de Zelig, emparenta el suyo con el vicio inocente de la pesca. 

Después de dominar por lustros, mediante una cámara japonesa, el Valle de Caracas con la seguridad de un cacique y la bondad de un misionero seseante, refugiándose en una ciudad menos violenta, la andina Mérida, el caraqueño optó por el exilio interior en el nuevo milenio. Pero entonces, sobre todo en los inicios de la serie autobiográfica de marras, Vasco Szinetar derrochó inventiva a la hora de seducir a los plumíferos de renombre junto a los que empezó a inmortalizarse en la década de los años ochenta. Bastaría evocar la oportunidad en que se presentó donde Allen Ginsberg, en el miserable Lower East Side a la sazón puertoriqueño, a bordo de una rutilante limusina negra que le abrió las puertas de la casa del poeta beatnik, para demostrar que le sobraban dotes para la pesca de altura". 



Ben Ami Fihman

lunes, 21 de junio de 2010

Robert Rauschenberg

FRENTE AL ESPEJO


Caracas,Venezuela.19895

Umberto Eco

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela.1994

domingo, 20 de junio de 2010

Paquito de Rivera

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela

viernes, 18 de junio de 2010

Dario Jaramillo Agudelo

FRENTE AL ESPEJO


Bogota,1994

jueves, 17 de junio de 2010

Salvador Garmendia

Biarriz,1994

RE-TRATADOS

martes, 15 de junio de 2010

lunes, 14 de junio de 2010

José Ramon Medina

Caracas,1987

RE-TRATADOS

Fernando Botero

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela

Marcel Marceau

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela

Edward Albee

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela

Yolanda Pantin

RE-TRATADOS

Tomas Eloy Martinez

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela

sábado, 12 de junio de 2010

Arturo Uslar Pietri

RE-TRATADOS

Carlos Cruz-Diez

FRENTE AL ESPEJO

Caracas. Venezuela

Reinaldo Arenas

RE-TRATADOS


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Caracas.Venezuela

Tadeus Kantor

RE-TRATADOS


Caracas.Venezuela

Eugenio Evtuchenko

RE-TRATADOS


Caracas.Venezuela.1981

Carmen Marquez Torrente



Polonia,1972

viernes, 4 de junio de 2010

sábado, 16 de enero de 2010

Christopher Hitchens

RE-TRATADOS


Cartagena de Indias.Colombia.2009

Dizzy Guilespie,1983

FRENTE AL ESPEJO

VASCO SZINETAR



foto Ander Szinetar



LA CONFRONTACIÓN FRENTE AL ESPEJO

Nelson Rivera


A lo largo de al menos tres décadas, los lectores venezolanos nos hemos encontrado, una y otra vez, con retratos de Vasco Szinetar en diarios y revistas, pero muy especialmente en las páginas de El Nacional. Es posible que, en la mayoría de los casos, puesta nuestra atención en la lectura de reseñas, entrevistas o notas críticas, no nos hayamos detenido en el nombre del autor de centenares de retratos publicados, de los que debo decir ya de una vez, que son netos, incorruptibles y extraordinarios.

Siempre próxima a los medios de comunicación, su historia profesional ha tenido lugar en las agitadas fronteras del reporterismo, y más aún, del hecho periodístico y noticioso. Por años y años, con su andar ligero y excitado, en ruedas de prensa, ante asistentes perplejas o prepotentes, en recepciones de hotel, e incluso, sorteando la resistencia de agentes literarios o coordinadores-de-la-visita-de, Vasco Szinetar se las ha arreglado para remediar una última y decisiva dificultad: la de explicarle a un hombre ciego como Jorge Luis Borges, a un narrador de tenso carácter como Antonio Lobo Antúnes, o a un filósofo delicioso y socarrón como Fernando Savater, que lo propuesto consiste en entrar juntos a un baño, para hacer un autorretrato frente a un espejo.

Hemos sido obsequiados por un recurrente privilegio estético: acceder, con inusual frecuencia, a los retratos y autorretratos de este artista generoso. Tan asiduo ha sido nuestro encontrarnos con su trabajo, que se nos ha escapado fijar en nuestra comprensión lo siguiente: algunos de ellos (diría que no menos de una veintena) han adquirido un carácter emblemático (iconológico). El imaginario que tenemos de ciertos autores y artistas (la intuición, la percepción de su corporeidad; el reflejo de lo peculiar en su mirada) provienen de la esencialidad capturada por el ojo de Szinetar, como si determinados retratos hubiesen podido adquirir una suerte de estatuto de representación primordial de esos autores entre los lectores.

Pondré un ejemplo propio. Desde su partida en 1991, este diario ha publicado en variadas ocasiones y en distintas secciones, el retrato que nuestro hombre hizo a la poeta y periodista Miyó Vestrini en 1987. Y, aún cuando trabajé con ella por casi dos años y compartimos una amistad que tuvo su apogeo durante unos meses en los que nos encontrábamos casi a diario, la Miyó que se ha ido constituyendo en mi memoria es esa alma tímida y en el umbral de su desvalimiento que vive en el retrato de Szinetar, esa mujer que parece negarse a ser afrontada, y que con todo su cuerpo y su espíritu reclama salir del encuadre, alejarse de la intención del retratista (mostrar un instante de su naturaleza), dejar atrás ese momento, y alejarse de una vez por todas de la cámara fotográfica, el instrumento con que se ha querido (y se ha logrado) atraparla.

Como retratista, Szinetar ha arribado a obras inolvidables: uno de Guillermo Sucre, donde se encuentra al poeta en el instante en que lidia con un enorme perro, sin dejar caer el cigarrillo encendido que mantiene atrapado en la comisura de sus labios. Uno de Tadeus Kantor de perfil, sentado en la habitación de un hotel, como si el polaco esperara el anuncio de una nueva esperanza. Uno de Ana Enriqueta Terán, con su aire de serena reina dispuesta a cualquier desafío: cada uno de ellos único e insustituible, cada quien capturado en su indecible y rotunda hermosura. Cada uno remitido a un punto de su excepcionalidad, impreso en su reivindicación plena (es decir, lo contrario a la idea del busto conmemorativo).

Fuerzas ante el espejo

Me gustaría dedicar párrafos y párrafo a enumerar aquellos retratos que me resultan más estimulantes: Ese donde Yolanda Pantin elegantísima, con su hermoso rostro en tensión, aparece reclinada en un sofá sin entregarse del todo; Ese otro donde Darío Lancini abraza su propia delgadez, en medio de un restringido paisaje urbano que no lo escolta ni lo coteja, sino que parece adaptarse a su postura; O el de Jacques Lacan, no sabría si levantándose de la silla o acomodándose mejor en la misma, pero mirando hacia el fotógrafo como diciendo todavía no has vencido mi desconfianza.

Pero otro propósito me ocupa, desde el momento mismo en que decidí escribir esta nota: mi convicción de que, entre las muchas líneas de investigación en las que Vasco Szinetar se ha internado (algunas de las cuales, según entiendo, nunca han sido publicadas o exhibidas), el conjunto titulado Frente al espejo constituye una especie de género propio, y no, como es obvio, porque la idea de hacerse un autorretrato en compañía de alguien, accionando el disparador frente a un espejo sea idea suya (patentable), sino porque una revisión de su portafolio, aunque sea parcial, basta para revelar la cuantiosa potencia estética y conceptual que ha alcanzado. Quiero demostrar esto: Szinetar se ha apropiado del dispositivo de tal modo, lo ha explorado con disciplina y versatilidad tales, producto de sucesivas e irrepetibles ocupaciones de un mismo espacio, que ha metabolizado la experiencia, sin que ella pierda nunca su condición primera y temblorosa de experimento, de ensayo, de capítulo que abandona nunca su naturaleza falible.

Emil Cioran y Jean Baudrillard, Rosa Montero y Juanita León, Roberto Bolaño y Javier Cerca, Mark Strand y John Ashbery, Salvador Garmendia y Severo Sarduy, Germán Arciniegas y Miguel Otero Silva: ellos, y otros cuya enumeración sería excesiva han sido dirigidos frente al espejo. Y no únicamente al espacio cerrado de un baño, sino también hacia otros lugares donde se podía acceder al imprescindible artilugio del dispositivo Szinetar: habitaciones de hotel, pasillos, salas de espera y otros, cuyo único denominador común es la presencia retadora de un espejo.

Una primera consideración que cabe sugerir al lector: no sólo el rapto que la propia escena supone (un fotógrafo que arranca a escritores y artistas de la experiencia común del retrato, y los desplaza a una confrontación con un espejo), sino el hecho de que cada autorretrato debe ser resuelto in situ, allí mismo, mientras suceden las cosas. Tiempo para diseñar la escena: con tendencia a cero. Condiciones para ubicar a los dos actores (el fotógrafo y su acompañante): mínimas. No es posible elegir un espacio, ni reglar la cantidad de luz de la que se dispondrá, así como tampoco modificar el lugar para incluir o eliminar alguno de sus elementos. El procedimiento es la improvisación, pero nunca de modo pasivo: no se trata de aceptar el espacio tal como él se ofrece, y en esto consiste el genio de Szinetar, sino de apropiarse de cada lugar, utilizarlo para sus fines, para convertirlo en un principio activo de su composición.

Tampoco ocurre, como hacen algunos fotógrafos (lo cual puede ser plenamente legítimo), que Szinetar minimice, borre, difumine u oculte el lugar donde ocurre la comparecencia ante el espejo. Insisto: las decisiones que el artista toma en instantes (pronto me referiré a ellas) resultan en el dominio del lugar. Las que eran variables externas (un espacio interior dotado de un espejo) adquieren un nuevo estatuto: se convierten en elementos de un pensamiento estético (no sé si hay otros en el portafolio de Szinetar, pero hay un autorretrato con el dramaturgo Edward Albee, donde alguien sostiene un espejo portátil para hacer posible la escenificación). El genio de la imaginación visual del fotógrafo somete el lugar a su escena. Lo reelabora para sí. Todavía más: lo dispone, particularmente, para beneficio de su invitado, el co-protagonista del autorretrato. Esto es: Szinetar determina la relación que el espacio tendrá con respecto a cada uno de los sujetos (supone uno, simple espectador, que si fuese sólo una persona la que debe ubicarse en el encuadre, ello constituiría una exigencia creativa menos compleja). Quiere garantizar la entidad, la presencia a plenitud de uno y de otro, pero, eso sí, en una interacción física y visual, de total dependencia entre los distintos elementos.

Actas de composición

Las decisiones que referí antes, surgidas in promptu, súbitas, como ráfagas inesperadas, que pueden describirse como la toma de una posición frente al espejo (hay un nervio, un moverse en el apuro, que permite establecer un vínculo entre la modalidad del proceder de Szinetar y las que son el alma del fotoperiodismo). En los centenares de obras ante las que me he detenido a lo largo de los años, he podido constatar el signo del genio creativo de Szinetar: cada una es composición única. Ni se repiten ni se asemejan. Ni siquiera la reiterada presencia del fotógrafo y su cámara se constituyen en reincidencia. En cada uno, todo es novedad, condición flamante.

El lector puede juzgar por sí mismo: la separación ante la realidad del espejo de ambos sujetos; el lugar donde el fotógrafo se coloca ante el invitado a la experiencia ante el espejo (en muchas de estas obras, la mayoría según creo, Szinetar está ligeramente atrás –como si se tratase de un escolta de la mayor confianza-, pero también aparecen a menudo aquellas donde se ubica de otra manera: delante de Rodrigo Fresán, Carlos Fuentes o Joan Manuel Serrat; perpendicular a Maruja Torres, Gonzalo Rojas o Mario Vargas Llosa; o casi en un mismo plano con Elena Poniatowska, Ramón J. Velásquez o Jorge Volpi); la calidad del contacto físico entre Szinetar y su invitado (el rango es amplísimo: va de un ambiente de cálida intimidad y contacto físico, a una evidente distancia con el invitado); el lugar que uno y otro, y ambos, ocupan en el cuadro escénico; la situación de uno y otro, y de ambos, con respecto a la fuente de luz (en el autorretrato con el escritor cubano Jesús Díaz, este sostiene con su mano izquierda, levantada por arriba del hombro del fotógrafo, una lámpara de mesa que los ilumina a ambos); el punto donde Szinetar instala a su invitado; el lugar donde Szinetar coloca y dispara su cámara, para que ella cumpla con su función en términos de eficacia sin adquirir un atributo protagónico: todos estos (y otros que podrían formar parte de un análisis más extenso), por separado y en dinámica interacción, los agentes, los accesorios ante los cuales y con los cuales Vasco Szinetar determina una posición. De ese veloz reconocimiento, de la adopción y reconformación de sus elementos, del asignar a cada uno un lugar en una escena de convivencia, de allí proviene esa articulación que ha elevado su propuesta a la categoría de género propio.

El lugar de la confrontación

Hombres y mujeres son instados a hacerle frente al espejo. Se ha roto la lógica del retrato: el fotógrafo no está afuera sino dentro del objetivo. El acto de posar ha adquirido una nueva connotación: ocurre con la proximidad del fotógrafo (a su vez un convidado no del todo previsto para el invitado), pero ante una realidad que puede ser estimulante o terrible, tranquilizadora o perturbadora, de que a la cámara y a la propia mirada del retratista, se ha sumado aquí la propia mirada, la imagen de sí mismo, la alegría o desconcierto, la constatación o la sorpresa, de encontrarse ante el espejo, cada quien mirándose, pero ya no en la clausurada protección de un baño, sino expuesto, un poco a la intemperie, bajo la lógica de una escena que inquiere sobre la modalidad en la que cada uno se mira ante un espejo.

Y es en este instante (un puro hito de tiempo, el momento de expectación o temblor en que un disparador está a punto de escucharse y convertirse en un dictamen irreversible) cuando el juego propuesto por Szinetar, basado en sus intuiciones y capacidades para la seducción, establece la personalidad, el carácter único y sugerente que tendrá cada obra: si será un episodio lúdico de mutuas muecas como ocurrió con el poeta Heberto Padilla, si conservará la actitud como de recelo bien plantado que emana de Carlos Monsiváis, o si se expresará como la risa abierta y segura de Nuria Amat.

Si bien el espejo conforma un espacio absolutamente acotado (tiene el peso de lo irremediable: ambos seres, el fotógrafo y su invitado, están impelidos a mirarlo), lo que ocurre entre ambos no es otra cosa que un breve e intenso encuentro. Cada encuentro frente al espejo constituye un relato, una historia de atracción, contención y rechazo. Cada uno, a fin de cuentas, ha sido concebido como un homenaje a la singularidad: un siempre aproximarse a la vida, pero eso sí, resguardando un aire (no una distancia, sino una cierta condición atmosférica), una garantía: esa que nos dice que se retrata y autorretrata para revelar la condición humana, pero también y a un mismo tiempo, para salvaguardar su secreto, su enigma eterno.

jueves, 7 de enero de 2010

Wendy Guerra

FRENTE AL ESPEJO


Cartagena de Indias.Colombia.2008


Yo estaba en el baño del hotel en Cartagena, era parte del jurado del Premio García Márquez y en diez minutos saldríamos a deliberar. Antes de saltar a la calle pensé, debo ir al baño a retocarme y también hacer pipí, como te enseñan en Cuba desde pequeña. Cuando me retocaba entró Szinetar ¡al baño de mujeres! y me propuso un trato a cambio de nada. Quedé atónita: para una cubana, un trato a cambio de nada siempre ha sido algo misterioso. Me quedé quieta como una libélula asustada y dejé que se llevara mi alma con él, a cambio de... nada.
¿Cómo que a cambio de nada, mi vida? Soy una Chica Mordzinski y recupero el alma con facilidad: yo sólo vine a retocar mi alma, hacer pipí y a mirarme en el espejo, pero entonces el fotógrafo desembolsó polvo de luz y con eso terminé de retocarme y salí a dar el Premio. Pocas veces he visto hoteles con baños para musas y fotógrafos.

Wendy Guerra